Una deuda se define[1]
como una “obligación que alguien tiene de pagar, satisfacer o reintegrar a otra
persona algo, por lo común dinero”. Se adquieren debido a la necesidad de
satisfacer una necesidad o deseo en un momento dado.
La esclavitud moderna
¿Es posible alcanzar finanzas personales sanas sin cumplir nuestras obligaciones?
Deuda buena o mala: Factores financieros
Deuda buena o mala: Factores no financieros
Deuda buena o mala: Veredicto
En la sociedad actual, es ampliamente aceptado que las
familias de bajos y medianos recursos difícilmente podrían vivir sin deudas, ya
que los bienes y servicios tienen precios elevados y los ingresos familiares no
son suficientes. Sin embargo, examinaremos qué dice la Biblia acerca de ellas,
para que cada individuo decida si debería adquirirlas o no.
En tiempos antiguos, cuando una persona tenía deudas y no podía
pagarlas, se vendía como esclavo al prestamista para poder hacerlo. Esto significaba
se volvía su siervo y tenía que trabajar en labores del campo, construcción, u
otras tareas para el prestamista. De hecho, el libro de Proverbios 22:7[2]
dice: “El rico se enseñorea de los pobres, Y el que toma prestado es siervo del
que presta”.
En la actualidad, la situación no es muy diferente. Cuando
alguien adquiere un préstamo, se convierte en esclavo del banco o institución
que presta el dinero. Como no tiene otra opción para pagar, debe trabajar en
una empresa o en su propio negocio y destinar una parte de sus ingresos para cumplir
con su obligación. Alguien podría argumentar: “Pero no soy esclavo del banco”. Sin
embargo, no podría renunciar a trabajar, ya que el banco podría cobrar la
garantía (ya sea hipotecaria, fiduciaria, o embargar sus bienes).
Entonces, ¿esto significa que nunca deberíamos tener deudas?
No, pero sí que debemos evitar las deudas problemáticas (un concepto que exploraremos
más adelante en el artículo), y estas deben ser nuestra última opción. También debemos
ser conscientes de las consecuencias si decidimos aceptar un préstamo. Si ya hemos
adquirido una deuda problemática, debemos pagarla lo más pronto posible para reducir
los intereses y mejorar nuestra situación financiera.
La Biblia es clara sobre la importancia de pagar las deudas.
En Salmos 37:21[3]
leemos “El impío toma prestado, y no paga; Mas el justo tiene misericordia, y
da”. También es importante pagar los impuestos y aranceles del gobierno a
tiempo. En Romanos 13:7[4]
se dice “Ustedes den a cada uno lo que le deben: paguen los impuestos y demás
aranceles a quien corresponda, y den respeto y honra a los que están en
autoridad.”
No podemos vivir defraudando a los demás o al gobierno, y
esperar que Dios bendiga nuestras finanzas personales. Conozco a un contador
que ayudaba a empresas y personas a evadir impuestos, a veces utilizando métodos
cuestionables. Ahora enfrenta múltiples demandas en su contra, ha perdido su hogar,
y tiene una reputación negativa que difícilmente podrá reparar.
Algunas personas buscan “atajos” para mejorar su situación
financiera o enriquecerse, y deciden no pagar impuestos u honrar sus deudas. Sin
embargo, pasan por alto un principio universal. En Proverbios 13:11[5]
se nos enseña “Las riquezas de vanidad disminuirán; Pero el que recoge con mano
laboriosa las aumenta”.
Desde un punto de vista financiero, una deuda puede considerarse
buena si su retorno es positivo. En términos simples, el retorno se calcula sumando
los ingresos y gastos involucrados durante un periodo de tiempo. Luego se restan
los gastos de los los ingresos (un análisis financiero también debe considerar
el valor del dinero en el tiempo). Por ejemplo, al comprar una casa para
alquilarla, el retorno sería positivo si los ingresos generados por el alquiler
son superiores a los gastos totales, incluyendo el préstamo del banco, los seguros,
el mantenimiento, entre otros.
Si una persona necesita ayuda para realizar un análisis
financiero y determinar si una deuda es buena o mala, puede contactarme y le explicaré
sin costo alguno.
Como mencioné anteriormente, es necesario un análisis
financiero para catalogar una deuda como buena o mala. Además, observamos que
Jesús no concebiría que alguien emprendiera un proyecto sin planificar y
calcular los gastos. En Lucas 14:28 leemos
“Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero
y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?”. De la
misma manera, es nuestra responsabilidad comprender si una potencial deuda beneficiará
o empeorará nuestra situación financiera antes de proceder.
Por otro lado, existen deudas que casi siempre serán malas, ya
que los tipos de interés a pagar son sumamente elevados. Entre ellas se encuentran
las tarjetas de crédito, los préstamos personales y las cuotas a plazo para
pagar electrodomésticos. Cuando no exista una necesidad apremiante, es mucho
mejor ahorrar el dinero para adquirir el bien más adelante, o simplemente no
comprarlo en absoluto.
En ocasiones, los factores financieros por sí solos no son
suficientes para decidir si aceptar o no una deuda. A veces, Dios nos
llama a seguir un plan diferente. Veamos el ejemplo de Abraham en Génesis 12:1,
cuando Dios le dijo “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu
padre, a la tierra que te mostraré”. Abraham podría haber respondido: “No iré, ya
que no me conviene perder la herencia de mi padre y las tierras que obtendré.
Me quedaré aquí”. Sin embargo, Abraham confió en la guía de Dios y siguió Su
dirección.
En mi caso personal, cuando tenía 27 años, enfrenté circunstancias
que me llevaron a adquirir una deuda para comprar una vivienda. Estas
circunstancias incluían un alto costo de alquiler, inseguridad en el lugar
donde vivía (incluso hubo un robo), la necesidad de estar cerca de mi círculo
social compuesto principalmente por personas de la iglesia a la que asistía, y
mi plan financiero me indicaba que podía pagar las cuotas mensuales. Además,
como estaba soltero en ese momento, un amigo aceptó vivir en una habitación de
la propiedad a cambio de pagar una cantidad acordada. Esto reduciría los costos
que yo tendría que asumir para pagar al banco, por lo que financieramente no
era un mal negocio.
Asimismo, ¿qué sucedería si en una familia una persona necesitara
un tratamiento médico costoso y no tuvieran los medios para pagarlo? ¿Dejarían
que esta persona muriera porque es una deuda mala? Por supuesto que no. Éste es
un ejemplo fuerte, pero ilustra que nuestras decisiones no pueden basarse
únicamente en criterios financieros.
Cuando los factores cualitativos y cuantitativos apuntan en
direcciones opuestas, nos encontramos en una situación compleja donde no sabemos
qué hacer. Por tanto, necesitamos orar a Dios para que nos guíe por el mejor
camino. En Salmos 32:8[6]
se nos dice “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar”.
Este ha sido el método de los hombres de Dios en
innumerables ocasiones, y obedece a un principio clave en las Escrituras: buscar
Su guía cuando la decisión correcta va más allá de nuestro conocimiento, ya que
sólo Dios es omnisciente y lo sabe todo. Observemos un ejemplo con David, en 2
Samuel 17. Los filisteos venían a atacar a Israel y posiblemente David se
sentía angustiado, pero oró a Dios y Él le ordenó pelear hasta vencerlos. Luego,
los enemigos se reorganizaron para contratacar, y David oró nuevamente. En esta
ocasión, la dirección divina fue rodear a sus enemigos y esperar un ruido específico
para salir y derrotarlos. Finalmente, David e Isael salieron victoriosos porque
buscó el consejo de Dios y obedeció.
Además de la oración, debemos prestar atención a otras
formas en las que Dios nos habla: la lectura y estudio de Su Palabra, las
circunstancias en nuestras vidas, la paz en el corazón, y el consejo de
personas maduras. Siguiendo estos pasos, podremos discernir si asumir una deuda
es positivo o negativo para nuestro caso particular.
Excelente artículo, Alo. Dios bendiga su disposición a querer educar en esta área
ResponderEliminarQue bueno que le gustó Stef. Gracias por el comentario
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