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Impacto de ser Buenos Administradores en las Finanzas Personales



Buenos Administradores


Es necesario entender que absolutamente todo lo que tenemos realmente le pertenece a Dios, como explica en Hageo 2:8-10: “Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos”. Por tanto, nosotros no somos dueños de nada, y lo único que hacemos es administrar.

Su Palabra dice en 1 Corintios 4:2 “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel”. La palabra administrar quiere decir “Ordenar, disponer, organizar”. Un buen administrador es aquel que maneja los recursos que se le confían como si fueran propios. El hogar, la ropa, el dinero, las posesiones, todo realmente le pertenece a Dios, y debemos administrarlo como si un día tendremos que darle cuentas a Dios por ello. Esto tiene dos implicaciones importantes: Mis decisiones y mi día a día



Mis Decisiones


Las decisiones representan momentos en que lo que hacemos o decidimos cambiará el curso de acción de nuestras finanzas y posesiones. Tienen un impacto duradero. Algunos de ellos son: decidiré invertir o gastar mi dinero, qué porcentaje de mi dinero debo ahorrar, si dedicaré mis recursos a viajar o limitaré solo un porcentaje a ello, si decido ofrendar o ayudar a los pobres.

Para tomar buenas decisiones es esencial pedir guía a Dios y seguir los principios bíblicos, de manera adecuada (apegados a las Escrituras) y siendo llenos del Espíritu Santo.



Mi Día a Día


Lo que hacemos todos los días con los bienes que administramos es tan importante como lo que decidimos. Aquí entran detalles como si llevamos limpia y aplanchada nuestra ropa, si hacemos reparaciones en el hogar o dejamos que se vaya deteriorando poco a poco, si cuando una persona en la calle nos pide dinero decidimos ayudar o la ignoramos, si en un viaje consideramos la opción que nos dé más valor  o nos decantamos por lo más lujoso siempre. Conforme vamos madurando en la vida cristiana es más probable que tomemos buenas decisiones, tanto grandes como pequeñas.

No debemos menospreciar la importancia de las pequeñas cosas, porque Dios busca que seamos buenos administradores en estas, y esto suele ser un precursor para que Él decida darnos más cosas. Su Palabra dice en Lucas 16:10-12: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?”.



Implicaciones de Ser Buenos Administradores

De lo anterior, surgen algunos principios importantes:

Quienes son buenos administradores, aún en las pequeñas cosas, suelen recibir muchas posesiones, para que administren más. En Mateo 25:21 dice “Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
Quienes son fieles en lo ajeno, podrían recibir lo propio (Lucas 16:12: “Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?”. 

¿Quién ha pensado en cuidar la vivienda donde alquila mejor que si fuera una propia, por ejemplo, evitando hacer cualquier cosa que no nos gustaría un inquilino hiciera en nuestro hogar? O si alquilamos una habitación en un paseo, ¿la estamos cuidando como si fuera nuestra? Es posible que Dios tome en cuenta cómo tratamos las cosas que nos prestan, antes de darnos activos que terrenalmente sean nuestros (pues en el cielo todo igual le pertenece a Dios).


Malos Administradores

Recordemos el significado de administrar: “Ordenar, disponer, organizar”. Según esta definición, es cuando utilizamos las posesiones y el dinero basado en un plan ordenado, y no según los sentimientos. La Biblia lo dice así: “El que confía en su propio corazón es necio; Mas el que camina en sabiduría será librado” (Proverbios 28:26). Para aclarar, los sentimientos y el corazón no son malos, excepto si van en contra de lo que (la mente me dice que) es correcto y sabio.

Según esta perspectiva, siempre y cuando ordenemos, dispongamos y organicemos nuestras finanzas y posesiones, y actuemos según la mente primero (y no el corazón), estaremos siendo buenos administradores. Sin embargo, una precaución es que la sabiduría proviene de Dios, como su Palabra dice “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová”. Por tanto, necesitamos buscar a Dios también y pedirle sabiduría para que nuestro “plan ordenado y organizado”, sea también sabio.

Si cumplimos estos dos requisitos, podemos estar tranquilos y confiados. Las necesidades de cada persona y familia son distintas, y Dios es quien debe ayudar a definir qué porcentajes de los ingresos se utilizan para cada área – viajes, comida, fondo de emergencia, inversiones, regalos, ofrenda. Lo que no es aceptable en ninguna circunstancia es que dicho plan organizado no exista, ni tampoco que exista, pero no se cumpla porque anteponemos las emociones.

No confundamos tampoco el alegar que “confiamos en Dios” como una justificación para no tener un plan financiero, o para tomar decisiones basadas en las emociones. En la Biblia es muy conocido el pasaje cuando Israel cruza el Mar Rojo, pero es mucho menos conocido que Dios le dijo a Moisés “¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen” (Éxodo 14:15). Dios nos dio una mente e inteligencia para tomar buenas decisiones, y espera que ejecutemos lo que nos ha dicho. Si clamamos a Dios para que nos dé el pan cada día y no nos haga falta trabajo, también debemos hacer un presupuesto y prepararnos con ahorros para lo que venga.

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